LAS NALGAS COMO ZONA EROGENA

Las nalgas como zona erógena



El trasero hipnotiza tanto a hombres como a mujeres. Fascinante terreno de aventuras eróticas, se lo puede estimular de múltiples maneras, a través de pellizcos, caricias, masajes… Resumen sobre una zona de nuestra anatomía tremendamente erógena.
A los culos los miramos de reojo, los tocamos, les damos palmaditas… Son un objeto de deseo y, como tales, se prestan a multitud de juegos eróticos, a veces sin que el dueño lo sepa. Una simple postura puede transformarse en una verdadera llamada sexual. ¿De dónde les vienen ese poder y cómo someterse a él?

EL TRASERO Y SUS MISTERIOS

Al revés de lo que sucede con los pechos, el culo se mueve en el registro de la ambigüedad. Un escote, una transparencia o un simple tirante que asoma bastan para desvelar los primeros. Los segundos, en cambio, funcionan de modo menos voluntario: podemos resaltarlos con un simple pantalón ajustado o una falda.

“El culo permanece oculto, y es de ese misterio de donde extrae su poder erótico”, observa el sexólogo Damien Mascret.
En este juego del escondite participan dos, el dueño y el mirón, y muchas veces acontece de modo casual. Alguien puede mirarnos el trasero y fantasear con él sin que lo sepamos. Podemos, casi involuntariamente, adoptar posturas que lo resalten, como un regalo inconsciente que le hacemos al otro.

La eventualidad de este vuelo erótico es lo que da el toque picante a las posaderas y lo que abre la puerta de las fantasías.

ENTRE MASAJES Y CARICIAS

El culo, ya sea pequeño y firme o grande y voluptuoso, es una mezcla de células adiposas y músculo. Una particularidad que lo colma de ventajas. “Su textura lo transforma en un terrero para la aventura que se presta a numerosas formas de estimulación, cada una de las cuales otorga una sensación distinta”, asegura el sexólogo.

“En mi consulta, pacientes de ambos sexos admiten apreciar las palmaditas, por su poderoso efecto estimulante”, agrega.

JUEGO DE MANOS

El culo invita a que manos ajenas se posen en él… “Que a uno lo sujeten o lo cojan del trasero durante las relaciones sexuales es algo muy agradable, tanto para los hombres como para las mujeres”, constata Mascret. ¿Por qué?

Porque muchos hombres sienten que poseen a su compañera, y al revés. Agarrar esta parte del cuerpo es un gesto casi animal –y algo brutal– que resulta muy estimulante. Todo sucede en el plano de la imaginación. Cuando cogemos un trasero con las dos manos estamos, de algún modo, comunicando un mensaje.

LA POSICIÓN FETICHE

Para los aficionados a los traseros la postura sexual predilecta es, evidentemente, la del perrito. “Se trata de una posición en la que el culo, que cumple la función natural de proteger un secreto, lo desvela”, explica Mascret.

En ese momento salimos de la fantasía para adentrarnos en el terreno sexual, al que se suma una fuerte atracción erótica. En los hombres esta se produce mediante lo visual, mientras que ellas la experimentan al ser conscientes de lo que ofrecen. Las nalgas, en la postura del galgo o perrito, son una suerte de promesa de voluptuosidad y dulzura… Cuanto mejor esté guardado el secreto más grande será la promesa.
Sin embargo, ojo: si lo de estar “enganchado” al trasero se convierte en algo compulsivo que impide probar otras posturas, sobre todo las que facilitan el intercambio de miradas, existe el riesgo de convertir a la pareja en un objeto sexual.

¿Y EL TRASERO DE LOS HOMBRES?

En la lista de fantasías femeninas, la nalga de los hombres figura en los primeros puestos. Aunque no sea perfecto, hace suspirar a unas y despertar la curiosidad de otras.

No es tanto el impacto visual lo que entra en juego, sino el hecho de que el trasero “representa otro motor de la virilidad”, según el sexólogo. En efecto, al moverse y contraerse, da movimiento al pene. Inconscientemente funciona como reflejo de la condición física del hombre. Asociado a la potencia, es un marcador de virilidad.

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