Decir por error el nombre de tu ex, un lapsus inoportuno que a veces sale caro

Decir por error el nombre de tu ex, un lapsus inoportuno que a veces sale caro

A quién no le ha pasado. En una discusión, en una cena, en una conversación cualquiera… Decir el nombre de tu ex por equivocación resulta siempre, cuanto menos, inoportuno, pero dependiendo del momento en cuestión puede quedarse en un simple aunque embarazoso lapsus, o provocar auténticos quebraderos de cabeza con tu nueva pareja

pareja enfadada

Personalmente, creo que no hay que darle demasiada importancia. Es normal, cuando has pasado un tiempo con una persona, que la tengas asociada a determinadas situaciones y que, cuando esas situaciones vuelven a darse, aunque sea con alguien distinto, te venga a la mente la persona anterior de forma casi mecánica. Es algo que suele pasar al principio de las nuevas relaciones. No es que haga gracia, desde luego, pero hay que ser comprensivos.

Lo habitual es que esto se vaya diluyendo con el tiempo hasta acabar desapareciendo. Sin embargo, a veces no es así, se convierte en algo recurrente y que persiste y es entonces cuando el personal empieza a mosquearse. Y con razón. Me tengo por alguien razonable, pero si después de un año mi novio me siguiera llamando por el nombre de su ex cada dos por tres, o me daría un telele o lo mandaría a tomar viento. Eso, o que fuera al psicoanalista, que por algo le daba Freud tanta importancia a esto que él denominó actos fallidos (aquellos en los que se manifiesta una forma de expresión distinta e incluso contraria a la intención originaria).

Tengo un amigo con una novia estupenda con la que lleva cinco o seis años. Su caso es peculiar, porque no la llama erróneamente cuando se dirige directamente a ella, sino cuando habla de ella a otras personas. Muchas veces, en esas ocasiones, utiliza el nombre de su anterior pareja, y le sale tan natural que casi nunca es consciente del error. Eso, o finge muy bien, porque nunca se corrige. Quizás la explicación esté en que mantiene el contacto con la ex, con la que tiene una relación cordial carente de peligro. Aun así, la persistencia de su freudiano desliz tantos años después me da que pensar.

El caso de otra amiga es mucho peor. Tanto, que acabó en ruptura. Porque la chica, que nunca consiguió quitarse del todo de la cabeza a un antiguo amor de juventud, no pudo evitar gritar el nombre del susodicho en pleno lance amatorio con quien entonces era su pareja. “Me quise morir”, me contó entonces. Pero no había marcha atrás. Ella se agobió muchísimo, no entendía por qué había ocurrido, llevaba un par de años sin hablar ni saber nada del otro y aun así, su nombre le brotaba de la garganta. Su novio se volvió loco de celos y, tras meses de tormentosas peleas, lo acabaron dejando. Añadiré a modo de epílogo que, años después, se encontró en un bar a su amor adolescente y desde entonces, no han vuelto a separarse.

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