El efecto Coolidge: Porqué los hombres siempre desean una nueva mujer
El efecto Coolidge: Porqué los hombres siempre desean una nueva mujer
“En una ocasión el presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge estaba visitando con su mujer una granja experimental del gobierno. En un momento dado la primera Dama se había adelantado un poco cuando observó como un gallo desarrollaba una frenética actividad sexual. Sorprendida no pudo dejar de preguntar al asistente cuantas veces lo hacía el gallo al día. La respuesta le sorprendió aún más “Una docena de veces cada día Señora”. Con una maligna sonrisa, la señora Coolidge dijo al asistente: “No se olvide de comentarselo al Presidente cuando pase por aquí”.
Más tarde llegó el Presidente al mismo punto. Allí fue informado de las palabras de la primera Dama. Calvin Coolidge, no se alteró, y miró con tranquilidad al gallinero “Y dígame”, preguntó “¿es siempre con la misma gallina?”. El asistente respondió : “No señor Presidente, es una gallina diferente en cada ocasión”. El Presidente no movió ni un ápice el gesto ” Asegúrese de decir eso a la señora Coolidge”.
¿A qué hombre no le ha pasado eso? Tienes en el teléfono el número de una chica con la que ya te has acostado varias veces. Lo miras con una cierta indiferencia No te motiva. Sin embargo ves el número de la chica que conociste el sábado pasado y sientes deseo.
No es que sea mejor que la otra chica. Es simplemente que es otra. Y aunque la chica que ya conoces no pondría ningún problema para quedar y la nueva será más complicada, intentas quedar con la nueva chica. Eso es el efecto Coolidge mencionado por primera vez por el endrocrinólogo Frank A. Beach.
El efecto Coolidge consiste en un fenómeno existente en los machos mamíferos, por el cuál el interés sexual se renueva en el momento de tener a la vista nuevas parejas sexualesreceptivas, incluso después de rechazar el sexo de previas compañeras sexuales aún disponibles.
No es un invento. Investigaciones científicas han demostrado que ese efecto es cierto. En un experimento se encerró un ratón macho con varias ratonas. El ratón estuvo teniendo sexo con ellas hasta que se sació. En ese momento dejó de tener interés sexual en ellas, aunque las ratonas seguían lamiéndole y haciendo avances. Al introducir una nueva ratona, al ratón le volvió el apetito.
En algún experimento (Lester, GL; Gorzalka, BB 1988) se ha demostrado que también se produce un efecto Coolidge en las hembras ( de los hamsters en el experimento) aunque en una medida menor que en los machos.
El porqué del efecto Coolidge.
Desde el punto de vista de la psicología evolutiva, el efecto Coolidge tiene todo el sentido del mundo. En épocas antiguas en que no existían los anticonceptivos el hombre no conseguía gran cosa teniendo sexo con una mujer con la que ya lo había tenido muchas veces. Es más que posible que ya estuviera embarazada de él. Sin embargo al aparecer una mujer nueva, la “ganancia” potencial a nivel reproductivo sería muy grande. Podría dejar embarazada a otra mujer y aumentar así las posibilidades de tener descendencia.
En el caso de una mujer, dado que solo puede quedar embarazada de un hombre durante 9 meses, el incentivo para estar con uno nuevo es muy pequeño. Quizá pueda haber un pequeño beneficio si el hombre con el que estaba no era capaz de dejarla embarazada, porque al incluir un nuevo hombre las posibilidades aumentarían. Un beneficio obviamente mucho menor que en el caso del hombre.
El efecto Coolidge y la infidelidad.
En muchas ocasiones he afirmado porqué en mi opinión la infidelidad en el caso de un hombre es menos trascendente si es ocasional que en el caso de una mujer. En el hombre hay una necesidad de variedad que no existe con la misma intensidad en la mujer. Mientras que un hombre puede ser infiel sin dejar de querer a su pareja, en el caso de una mujer, aunque puede ocurrir eso es mucho más difícil.
Y no se trata aquí de justificar infidelidades, ni de decir que las mujeres hayan de soportar que los hombres sean infieles. Solamente digo que hay unas justificaciones evolutivas para esas diferencias. Después es cada persona la que decide lo que quiere y lo que no quiere aguantar.
Se que son afirmaciones impopulares en un mundo en el que parece que hay que afirmar siempre que hombres y mujeres somos iguales. Y lo debemos ser, pero en derechos, porque en biología y en psicología no lo somos, ni lo seremos jamás por más que se empeñen algunos.
Fuente entusiasmado.com
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