Teoría de "el más pendejo". Por: Patricio Monero (El Chamuco y los Hijos del Averno)

Teoría de "el más pendejo".

Patricio Monero



Disertación sobre los orígenes y las causas del incontenible y acelerado deterioro de la situación social, política y económica de nuestro país, también conocida como la…
Teoría de "el más pendejo".
Por Patricio
Muchos han sido los filósofos, sociólogos, sicoanalistas y estudiosos de la política y la economía que han reflexionado sobre el fenómeno del poder.
Desde Hobbes hasta Michael Foucault, pasando por Nietzsche, Marx y Weber han tratado de definir lo que es el poder, cómo se genera, cómo se ejerce y las diferentes formas de interacción que éste produce.
En el caso de México, cuyas peculiaridades y sutilezas sólo pueden ser comprendidas –y eso, a veces– por los autóctonos, el análisis del fenómeno del poder desborda las elaboradas teorías de los pensadores antes citados.
Por esa razón, echaremos mano de las brillantes reflexiones de un teórico menos conocido, pero no por ello menos profundo: el maistro Simplicio. Célebre en la pulquerías de Tlaxcala y Puebla por su habilidad con la cuchara y por su admirable capacidad de ingerir litros de tlachicotón sin perder el sentido, sus múltiples teorías, que abracan los temas más variados –la política, el calentamiento global, los mayas, el atentado a las torres gemelas, la selección nacional y el fenómeno OVNI– han marcado las vidas de generaciones enteras de trabajadores de la construcción.
Debo decir que cuando fui expuesto a su teoría sobre la conservación y transmisión del poder político en México, que él mismo bautizó como “la teoría del más pendejo”, mi visión de la historia moderna de nuestro país se transformó radicalmente. Procedo a explicar dicha teoría, enriquecida con mis propios descubrimientos y aportaciones:
Las relaciones de poder en el México posrevolucionario y el momento en que la puerca tuerce el rabo.
La Revolución Mexicana tenía en sus comienzos dos objetivos básicos: sufragio efectivo y no reelección. En el asunto del sufragio efectivo todavía estamos trabajando, pero la no reelección sí se consiguió…. de alguna manera.
Y, si bien la no reelección evitó que próceres como Santa Anna o Porfirio Díaz se eternizaran en el poder, no eliminó, ni siquiera disminuyó, las ansias, deseo y sed de poder de cada uno de los personajes que accedieron a los más altos cargos políticos.
Con muy contadas excepciones, quien llega al poder se marea, primero, y enloquece después. Y al acercarse el fin del término de su mandato, descubre que necesita más tiempo. Esto es a lo que el maistro Simplicio llama “el momento en que la puerca tuerce el rabo”. Como el fulano en el poder quiere seguir en el poder y como, además, tiene la atribución de seleccionar personalmente a quien lo sucederá en el cargo –vía democrático dedazo–, ¿a quién va a elegir para tan importante tarea? Al que cree que va a poder mangonear más fácilmente. O sea… ¡Al más pendejo! Veamos algunos ejemplos de la historia reciente, que ilustran, y a mi modo de ver comprueban, la validez de esta teoría.
Ramillete de ejemplos
Luego de sobrevivir a su propio sexenio, Díaz Ordaz eligió de entre los integrantes de su gabinete a quien, sinceramente, creía el más pendejo de todos: Luis Echeverría Álvarez. Y le atinó.
Pero como Don Luis no nada más era muy pendejo, sino también muy corrupto, logró sumir al país en una crisis brutal, elevó la deuda externa a niveles nunca antes vistos, devaluó el peso por primera vez en décadas y, cuando llegó la hora de irse, seleccionó para sucederlo al que, con su ojo de halcón, detectó como el más pendejo de sus subordinados: José López Portillo.
Ahora, cabe aquí una aclaración pertinente. El que sean pendejos a la hora de ser designados, no quiere decir que lo sigan siendo a la hora de encaramarse en la silla del águila. Y ésa, probablemente, sea la razón por la que el ungido tarde que temprano se deshace de su antecesor, figurativa o literalmente hablando.
Hecha la aclaración, continuemos con el recuento. Poco tardó el Licenciado López Portillo en demostrar que era igual o más pendejo que su antecesor, pero más corrupto y más megalómano. Los resultados de su administración los conocemos y padecemos hasta ahora, y sabemos también que a la hora de elegir a su sucesor… no se inclinó por Muñoz Ledo, ni por Jesús Silva Herzog, Reyes Heroles o Hank González. No, no, no... El afortunado ganador fue el Licenciado Miguel de la Madrid, que era sin duda el más pendejo de todos. Y así nos fue.
Fue en 1985 cuando, tras el terremoto, el Licenciado de la Madrid demostró el tamaño de su estulticia. Al término de su mandato, Miguel de la Madrid no encuentra en su gabinete a uno más pendejo que él, lo que nos lleva a lo que yo llamo la primera alteración en el flujo continuo de la pendejez y al descubrimiento de la primera ley de la pendejez general:
1. Cuando hay una interrupción en el flujo natural y continuidad de la pendejez, hay violencia.
Todos sabemos lo que pasó a continuación. Carlos Salinas de Gortari, que no tenía un pelo de tonto –ni de ninguna otra cosa– apaña la candidatura presidencial y luego apaña la presidencia. Ejerce su poder a plenitud, “moderniza” al país y, enamorado de sí mismo, elige como su sucesor al que creía que era el más pendejo y fácil de mangonear de su gabinete: Luis Donaldo Colosio. Y aunque sí era medio güey –le dio de patadas al pesebre antes de tiempo y eso lo costó la vida– no era el más pendejo de todo el gabinete. ¿Qué pasó? Se levantaron en armas los zapatistas, se armaron los catorrazos y Luis Donaldo Colosio topó con media docena de Marios Aburtos. Violencia y caos. Carlos Salinas se vio forzado a ejecutar otro dedazo y la candidatura recayó en Ernesto Zedillo Ponce de León que era, claro, el más pendejo del gabinete. De esta situación pude extraer la segunda ley de la pendejez general:
2. Cuando el sucesor no es el más pendejo, el universo tiende a compensarlo en el futuro.
A un mes de haber asumido el cargo, al Doctor Zedillo le revienta una crisis económica de dimensiones colosales y de la cuál todavía no nos hemos podido recuperar. Jaime Serra Puche, secretario de Hacienda, tuvo que renunciar al cargo, dejando vacante la plaza del más pendejo del gabinete.
A la hora de elegir a su sucesor, Zedillo elige a un personaje que, si bien era el menos brillante de entre sus colaboradores, no era el más pendejo de los candidatos en la contienda, lo que nos lleva a la tercera ley infalible de la pendejez general:
3. El poder tiende a buscar al candidato más pendejo, aunque éste no sea del mismo partido.
Y así fue como llega Vicente Fox a la silla presidencial, convirtiendo la alternancia política y la transición a la democracia en un espectáculo lamentable pero divertido.
Y si bien, a partir de su sexenio la palabra “pendejo” adquiriría connotaciones insospechadas, las tres leyes siguieron operando como relojito. Veamos si no. A medio sexenio, el Licenciado Fox ya se había engolosinado con el poder y había decidido que necesitaría más tiempo para concluir su trascendente legado a la nación.
Descubre que, la persona ideal para continuar su obra no es un integrante de su gabinete, sino de su matrimonio: la señora Marta. Y, efectivamente, en lo que la teoría que aquí presentamos respecta, Martita era la indicada para sucederlo pues era la persona más pendeja de todo el país.
Pero, lamentablemente, otra alteración en el flujo natural de la fuerza ocurriría. Felipe Calderón, otro chaparro pelón que tampoco tenía un pelo de tonto, le comió el mandado a la pareja presidencial, dando lugar a que de nuevo entraran en juego las tres leyes de la pendejez general.
El sexenio calderonista fue terriblemente violento (primera ley) y durante seis años, casi todo le salió mal. Con decenas de miles de muertos a cuestas pero, como todos, engolosinado con el poder presidencial, Felipe Calderón quería que la candidatura de su partido fuera para Ernesto Cordero, que era –y sigue siendo– un pendejo de talla mundial (segunda ley, la de la compensación). Pero, una vez más, algunos panistas se le rebelaron al dedazo blanquiazul y consiguieron que la candidata fuera la Licenciada Chepina Diferente.
Aunque la autora de libros de autoyuda tenía lo suyito, no tenía nada que hacer contra Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, que es la tercera ley de la pendejez general personificada. Y como el poder tiende a buscar al candidato más pendejo, el Licenciado Peña Nieto se convirtió en el primer presidente de la República con teleprompter integrado.
Espero que la revelación de estas leyes, quizás las más importante desde las descubiertas por Isaac Newton, sirvan para orientar a los actores políticos y a la ciudadanía y evitar futuras crisis, tragedias y violencia.
Nota final. Con algunos ajustes, estas tres leyes pueden aplicarse en los estados y municipios de la toda la República.

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