Los imbéciles Por: Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch (La Jornada Semanal)

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
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Los imbéciles
Prendamos la tele. Allí un programa. El título no importa, puede ser cualquier frase breve y descriptiva; De trancazoLa carcajada,Video extremoQué fuerte, cualquier estupidez del tipo. Escenografía de moda en los foros de hoy: luces atenuadas con filtro en color, un par de acentos en luz directa, algunas sombras para crear atmósfera cálida, bastidores simulados, algún desnivel. Poco paneo de cámara, traveling comedido y un par de ángulos picados, para dar sensación de amplitud. Sin mobiliario, porque los muebles son los –finjo generosidad con la definición de lo que sea que hacen allí– presentadores. Tres mujeres, no muy jóvenes, más o menos guapas, y un varón. Alguno de ellos, presume la televisora, ganó el Emy. Ahora vayamos al contenido. Mosaico de videos caseros, la mayoría estadunidenses –y por ende ajenos a lo cotidiano en México–, un par de segmentos de reportaje sensacionalista del tipo “el vecino era caníbal y nunca lo supieron”. La inmensa mayoría de los segmentos de porrazos, accidentes y “rarezas” (el corderito de cinco patas, la víbora de dos cabezas) tomados sin ningún pudor, y desde luego sin pagar ni un peso en derechos de autor, de internet. Como quien dice, un programa hecho de contenidos pirata, y ni quien diga nada. Tratando de crear expectación se nos anuncia que a continuación veremos un video “que se ha vuelto viral”, es decir, que descaradamente reproduce ahora la televisora sin costo, y aunque ya haya sido visto hasta el hartazgo por millones de internautas, de “un gatito que supera la adversidad”. Pensemos en esa afirmación imbécil: un gato carece de voluntad, tiene instinto, sí, y una muy rudimentaria inteligencia emocional, pero no un ejercicio propiamente volitivo del que pueda desprenderse un propósito, ni entendimiento de lo que es adverso. Encuentra, si acaso, cosas que estorban su camino y las sortea por reflejo: responde a un estímulo inmediato de su entorno. Aunque claro está que el desabrimiento epistemológico de la presentadora más o menos guapa no da ni de lejos para estas reflexiones; lo suyo, como en el gato, es más del estímulo inmediato que de la cavilación ontológica. Y en efecto, vemos un primer plano de un gato de un par de meses de edad con una malformación en las patas delanteras. La persona con la cámara –aunque por la mala calidad se infiere que la escena se filmó con un dispositivo como un teléfono celular–, hablándole en ese inglés tan gringo (kitty, kitty, kitty!) estimula al gatito a subir las escaleras persiguiendo un juguete. El animal, que por necesidad es bípedo, salta, se retuerce, mueve los muñones de aquellas patas malogradas, sube otro escalón mientras la voz lo anima: Good kitty!
Corte a otra presentadora, plano medio, la cara seria, una ligera mueca introductoria que quiere demostrar empatía pero supura condescendencia y entonces el rancio hedor de la moralina: “¿Vio usted al gatito?, ¡qué tal, ¿eh?, ésas son ganas de…” y aquí complete usted con el verbo de su elección: superar, mejorar, lograr cosas en la vida, etcétera. La secuencia quizá cierra ráfaga de repeticiones y algún efecto de sonido.
Es decir, mierda. Mierda barata –más allá de los salarios que se paguen a los cuatro muebles que dicen presentar la porquería y las nimiedades de foro y producción, los contenidos, hay que insistir, son prácticamente gratis para la televisora. Mierda que millones de mexicanos sintonizan, felices, ajenos a sí, a su destino muchas veces cruel, mientras rumian borbotones publicitarios y esperan el siguiente video que, mañosamente, una de las casi guapas ha prometido como im-pre-sio-nan-te para cuando volvamos del corte.

¿Y la autoridad que vigila que los contenidos televisivos algo enaltezcan la machucada cultura del televidente?, allá, negociando espacios publicitarios y cotos de poder, o sea, a lo suyo, que es hacer dinero, cobrar “moches” y cuidar las frágiles espaldas de sus intereses de grupo. El segmento de hoy fue cortesía de TV Azteca como pudo ser de Televisa. Imbéciles los productores, pero imbéciles, también, sus pasivos televidentes receptores.
Y mientras la cúpula de las telecomunicaciones sigue despachándose leyes a modo en sus enjuagues, transas y simulaciones, sigamos disfrutando de las benditas “ganas de superación” del pobre gatito tullido.

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