6 Razones para odiar a los BEATLES (jajaja son tan grandes que nada vale)
Diego A. Manrique: Seis razones para odiar a los Beatles
Es tan inmensa su sombra que produce un efecto congelador sobre la creatividad pop actual. En algún momento, habría que establecer una moratoria: prohibir a los Beatles, desterrarles de los medios durante equis años. Por Diego A. Manrique
Ilustración: Miss Pipe
1. Una productividad inimitable Es intimidante: lo hicieron todo en ocho años del periodo 1962-1970, cuando estuvieron bajo contrato con EMI. Su discografía británica incluye 12 álbumes más 13 EPs y 22 singles, muchos con material no incluido en los elepés. Usaron formatos poco convencionales como el doble LP blanco o el doble EP de Magical Mistery Tour. Además, rodaron películas, produjeron a otros, se colocaron, se divirtieron. Ahora, no sería posible: siendo el conjunto más importante del momento, se racionarían sus lanzamientos.
2. Lo tocaron todo, qué cabrones Como decía Kurt Cobain, que creció escuchando a los Beatles, ellos le cerraron casi todo el territorio musical con su excelencia: “Después de ellos, me olvidé del pop; no se podía tocar más que punk rock o heavy metal”. Y ya había intuiciones del metal en Helter skelter. Igual que aparecen ecos de Tomorrow never knows en la EDM (Electronic Dance Music) más psicodélica. Resultaba frustrante para Cobain y debería preocupar a esos chicos que ensayan cada tarde en el sótano.
3. Modelo creativo irrepetible El modelo bicéfalo, con una tensa pero sana competencia entre Paul y John. Más la nada saludable posición de George Harrison, peleando por ponerse a la altura de sus mayores y colar su material. Contaban con un genuino quinto miembro, el eficaz George Martin.
Sin olvidar la situación profesional: la retirada del directo para centrarse en grabar. Durante su vida profesional, pasaron de la antigua regla –tres horas para registrar dos canciones– a la multiplicación de pistas y la posibilidad de grabar sin limites de tiempo; no llegaron al martirio de las 24/48 pistas que convertirían la elaboración de un elepé en una proeza de meses, ¡años! Su ética de trabajo, su espíritu de campeones, les impulsaban a editar discos constantemente, con los consiguientes terremotos en el resto de la profesión.
4. Se estrellaron antes que nadie Víctimas de delirios juveniles, los Beatles aspiraban a la autonomía en todos los ordenes. Soñaron con alejarse de la multitud, comprando una isla (¡o islas!) en Grecia: un disparate, cuando el país sufría un brutal régimen militar. Sí materializaron la idea del capitalismo guay con Apple, entramado de empresas que abarcaba desde un boutique de ropa colorista a un taller de innovaciones tecnológicas.
Todo fracasó, aunque Apple Records, la rama discográfica, acumuló un respetable porcentaje de aciertos comerciales y fichajes premonitorios (James Taylor, John Tavener). Pero engañaron al personal: las montañas de maquetas que pidieron nunca fueron escuchadas; contrataron a amiguetes y recomendados.
Se demostró que no funcionaba un sello donde los jefes/artistas tomaban las decisiones. La fantasía de Apple ha sido imitada por muchas superestrellas, con resultados deprimentes: excepto Maverick, de Madonna, el sello se queda normalmente como “vanity label”, reservado para sus propios lanzamientos.
5. Exprimen hasta la última gota Rompamos el mito del buen mánager: Brian Epstein era demasiado novato y demasiado gentleman para cabalgar sobre un potro desbocado como el Fenómeno Beatles. Además, no había guía para semejante viaje: firmó contratos desfavorables para “los chicos”.
Conscientes de haber sido desplumados durante la mayor parte de los 60, los exbeatles convirtieron Apple Corps en una despiadada máquina de hacer dinero. Sus discos nunca han estado en serie barata. Te “obligan” a comprarlos en sucesivas soportes: CD, CD remasterizado, versión mono o estéreo, vinilos...
6. Son la perfecta excusa para los amos del universo La generación que vivió la beatlemaníalleva bastantes años mandando. Tienen el poder político, económico, cultural. Son presidentes, ministros, directores generales, emprendedores de Silicon Valley, redactores jefes, lo que se te ocurra. Y suelen utilizar el esplendor de los Beatles como arma arrojadiza, para mitificar la década de los sesenta (la “suya”). En realidad, muchos no escucharon a los Beatles: estaban demasiado ocupados politiqueando, siendo los primeros de clase, aprendiendo a trepar. Pero ahora sacan el comodín de los Beatles cuando hay que discutir cómo tratar la música, la cultura juvenil contemporánea. En contra de las primeras impresiones, no aman a los Beatles ni al pop: sólo son excusas para mantener su hegemonía.
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