Recomendaciones
Cuando estudiaba cine, mi colega y amigo Noé Santos me recomendó la película Amor libre, de Jaime Humberto Hermosillo. Después de verla, de inmediato emprendí su búsqueda para madrearlo.
Las recomendaciones de los organismos de derechos humanos, lo mismo que los llamados del Papa a la paz, son absolutamente inútiles, pero las malas recomendaciones pueden ser letales particularmente cuando te recomiendan una mala película.
No me refiero a las películas chafas, con presupuesto de dos pesos, donde el monstruo es un pésimo actor embutido en un abrigo de peluche y casco de buzo. Esas al menos te hacen reír. Ustedes saben a las que me refiero: ésas que después de 20 minutos de apagadas las luces comienzas a sospechar que no va a pasar nada y 20 minutos antes de terminar estás seguro de que algo interesantísimo tiene que suceder antes de que se acabe la maldita película, para que se justifique el gasto del boleto, de las palomitas, para que valgan la pena un puñado de segundos de los ciento veinte minutos de vida desperdiciados en aquella patética butaca.
Ustedes argumentarán que todo es cuestión de gustos, pero yo digo que es como en los focus groups(proyecciones en pequeños públicos para ver cómo reacciona el público): un chiste que le pega a uno, le pega a todos, y un chiste cebo es notorio para 99 por ciento de la audiencia (salvo para el mequetrefe que se rió y que casualmente es quien recomienda cintas malas).
Algunas personas son tan afamadas por sus pésimos gustos, que son infalibles al revés: hay qué ver las películas que a ellas les parecieron malas y evitemos las que recomiendan. No hay falla.
Tal vez no haya malas recomendaciones, sino malas coincidencias entre una película y el momento adecuado para verla. Como dijera Heráclito: “Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río (aunque sí puede usar el mismo jabón)”, y así vamos por la vida experimentando pendejadas de todo tipo y resulta que también cambian nuestros gustos por lo que una de nuestras cintas favoritas ahora nos resulta la peor mamada (mientras Mi compadre Capulina comienza a destacar como un ligero divertimento).
Recuerdo que una vez vi anunciado el Satyricon de Fellini, y me dije: “Qué buena onda. Satyricon me suena como a sátira, o sea, a carcajadas, y ese Fellini es bien chispa, ¡qué mejor que ver una película para reír a mandíbula batiente, ahora que estoy deprimido!”. Nombre, qué espanto: pura sangre, tortura, terror. Luego por eso uno se guía más por las recomendaciones que por el instinto.
Para no regarla, uno mínimo se informa si la película es para llorar, para reír, para besarse, para asustarse, para gritar, etc. De ahí la responsabilidad que implica el recomendar (a propósito, les recomiendo la página de Facebook Recomendamos Cine).
Ahora bien, uno no puede juzgar a las personas porque sus gustos no coincidan con los nuestros; conozco gente muy respetable (con maestrías y doctorados y por quienes metería la mano en el fuego en nombre de su coeficiente intelectual) a la que le gustó El lado oscuro del corazón, para mí, un lamentable compendio de lugares comunes seudopoéticos. Pero bueno, al menos ya sé que a esas personas tan queridas les puedo regalar en su cumpleaños un libro de fotos de parejas de niños elegantes en blanco y negro (pero con sus globitos iluminados en rojo pálido) acompañadas con frases arjonescas, tipo: “Si el verte fuera la muerte, y no verte la vida, prefiero la muerte y verte, ¡que morir toda la vida!”
Tanto peor cuando eres tú quien anda de muy recomendador, presumiendo muy orondo tu peli (pues uno ya hasta te siente coproductor) y durante la proyección también compartes el chasco, ya sea porque tus actores favoritos te quedaron mal, porque el director de pronto quiso hacer todo lo contrario a su estilo (por ejemplo,Una historia verdadera, cinta cursi y mamila de David Lynch, sobre un rucailo que cruza Estados Unidos en un tractor) o sencillamente porque la persona que te la recomendó estaba drogada.
En fin, recomendar películas implica una responsabilidad muy grande. Si vas a recomendar Japón piensa bien a quien lo vas a hacer y en qué circunstancia de su vida se encuentra. Si el destino de esa persona era divertirse, quizá Reygadas no sea la mejor opción, y entonces aquella persona jamás olvidará tu rostro a la hora de cometer una cinematográfica venganza yakuza.
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